sábado, 9 de julio de 2011

El ángel irreverente.

Hoy, una vez más, el suelo sagrado de mi Patria, Guatemala, se manchó de sangre.

Hoy, en uno de los bulevares más importantes de mi Ciudad, a escasos 500 metros de la casa en donde nací y crecí, un grupo de sicarios homicidas, ignorantes, le regalaron la eternidad al gran Facundo Cabral.

A los asesinos ignorantes: digo ignorantes porque, ignoran que al que ama la vida, hasta la muerte le sabe bien y si se ha vivido plenamente, el momento de regresar a la Casa del Padre es solo el éxtasis de la vida, solo les repito las palabras del maestro: "¿Cuándo vas a dejar de pelear para comenzar a vivir porque no se pueden hacer las dos cosas a la vez?"

Facundo, en este momento en que estoy, como tantas veces escuchando tu voz, tus sabias palabras, "No estás deprimido, estás distraido..." solo puedo alegrarme por vos.

Me alegro por vos. Llegaste a la cumbre acá en la vida y ahora te toca gozar la paz del valle y seguís vivo porque, reconociendo ciertas tus palabras: "... yo soy nosostros" aún estás en mi, en mis hijos, en mi esposa (que ya no me ama como antes), en los que me quieren y en los que no me quieren, en el sol, en la luna, en los boleros de Manzanero y en el futbol de los brasileros que ahora van perdiendo contra Paraguay.

Gracias gran constructor de puentes y de canciones solo cuando encontremos el Reino de Dios que reside en cada corazón, podremos volver a verte llenando escenarios y ayudando a transformar vidas.

Mientras tanto, Yo sigo en esta lóbrega ruta entre el ego y la inocencia que llamamos vida pero seguiré bebiendo junto a vos del caliz de lo esencial.

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