Definitivamente la única y verdadera riqueza es la del corazón.
He escuchado muchas veces a padres de familia que dicen a sus hijos “estudien porque la educación es la única herencia que les puedo dejar y la única que nadie jamás les podrá arrebatar...”. Primera objeción: la educación implica un proceso de autodescubrimiento de nuestras mejores aptitudes, habilidades y destrezas como seres humanos y la disposición de esas características al servicio de la sociedad. Una fracción del concepto de educación es la instrucción, que es el término que generalmente se homologa a educación, por tanto el cúmulo de información que los sistemas educativos formales nos proveen no constituyen en sí mismos educación. Segunda objeción: toda esa información puede en un momento no estar disponible y por lo tanto dejar de ser útil, he oído de un gran ingeniero que sufrió un accidente y textualmente se le formateó, el disco duro, declarado legalmente interdicto dejó de ser ingeniero. Entonces casi que lo único seguro que nos va quedando es un algo que yo creo verdaderamente invaluable: nuestras relaciones con otros seres humanos y los vínculos afectivos que establecemos a lo largo de la vida. Eso sí que es perdurable.
Nuestras relaciones familiares, laborales, sociales, etc. van dando forma y sentido a nuestra existencia y constituyen nuestra mejor carta de presentación. Yo lo entiendo así: si gente me ama y me aprecia genuina y desinteresadamente hoy más que ayer, en esa medida puedo decir que hoy soy mejor que ayer.
A lo largo de la vida este es nuestro activo más importante: nuestras relaciones. Esta entrada se las dedico a todas esas personas que han llegado a mi vida y me han ayudado a ser mejor, mis padres, mis hermanos, mis maestros, mis amigos, mi esposa, mis hijos, mis compañeros de trabajos y una largo etcétera que definitivamente se lo agradezco a Dios. Pero así como todo, las relaciones nacen, crecen, evolucionan y muchas veces llega un momento en que materialmente debemos seguir rumbos diferentes. Eso ha sucedido en estos días pues el director de la oficina en que laboro ha sido nombrado a otro puesto, de mayor responsabilidad, es alguien que he llegado a admirar como un líder positivo y como un agente de cambio no solo a nivel organizacional sino en lo que más importa y que es materia de esta entrada: las relaciones humanas.
El Licenciado Miguel Ángel Reyes Gómez, un humanista de alto calibre, acude a otros derroteros en la vida, en lo que a mí respecta le auguro los mejores resultados pues para mi es de esa gente que no solo Guatemala sino el mundo necesita. Gente que, sin dejar de lado el desarrollo profesional, se ocupe de mejorar nuestras relaciones, repito: nuestro activo más importante.
No hay comentarios:
Publicar un comentario