Hoy, una vez más, el suelo sagrado de mi Patria, Guatemala, se manchó de sangre.
Hoy, en uno de los bulevares más importantes de mi Ciudad, a escasos 500 metros de la casa en donde nací y crecí, un grupo de sicarios homicidas, ignorantes, le regalaron la eternidad al gran Facundo Cabral.
A los asesinos ignorantes: digo ignorantes porque, ignoran que al que ama la vida, hasta la muerte le sabe bien y si se ha vivido plenamente, el momento de regresar a la Casa del Padre es solo el éxtasis de la vida, solo les repito las palabras del maestro: "¿Cuándo vas a dejar de pelear para comenzar a vivir porque no se pueden hacer las dos cosas a la vez?"
Facundo, en este momento en que estoy, como tantas veces escuchando tu voz, tus sabias palabras, "No estás deprimido, estás distraido..." solo puedo alegrarme por vos.
Me alegro por vos. Llegaste a la cumbre acá en la vida y ahora te toca gozar la paz del valle y seguís vivo porque, reconociendo ciertas tus palabras: "... yo soy nosostros" aún estás en mi, en mis hijos, en mi esposa (que ya no me ama como antes), en los que me quieren y en los que no me quieren, en el sol, en la luna, en los boleros de Manzanero y en el futbol de los brasileros que ahora van perdiendo contra Paraguay.
Gracias gran constructor de puentes y de canciones solo cuando encontremos el Reino de Dios que reside en cada corazón, podremos volver a verte llenando escenarios y ayudando a transformar vidas.
Mientras tanto, Yo sigo en esta lóbrega ruta entre el ego y la inocencia que llamamos vida pero seguiré bebiendo junto a vos del caliz de lo esencial.